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y ahora está intentando salir de
las instalaciones.
— ¡Tonterías! Es imposible
se haya saltado el sistema. Está
diseñado para ser inviolable.
Necesitaría un contacto… — Sa-
tomi, sabiéndose traicionada,
sintió que las fuerzas le aban-
donaban. Cayó sobre la silla,
pálida como una vela.
Nunca habría creído poder mo-
verse de aquella manera. El
tiempo y el espacio tomaban
una nueva perspectiva desde
su recién adquirida consciencia.
Ayuki 0 podía moverse entre las
balas que le disparaba aquel si-
cario de su madre, como quién
se mueve entre copos de nieve,
lentos, pesados, predecibles. Revista PsicoEsfera
Ella, simplemente atravesaba el
aire, podía sentir las moléculas
que lo componían. Un pequeño
cambio en su composición quí- 47
mica significaría una catástrofe
sin precedentes. Pero no le im-
portaba, podía ver la totalidad
del sistema, la Gestalt tras las
cortinas mecidas por el viento.
Rojo. La vida de aquellos des-
dichados no significaba nada a
nivel planetario. Ningún cometa
se conmovería por la pérdida de
la vida de Nishuro Kagadawa,
padre de tres jugador empeder-
nido, que engañaba a su mujer
con un hombre que conoció en
un bar de ambiente. La galaxia
seguiría girando sobre su eje
milenario, aunque le arrancara