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Luego dio la espalda al cyborg para dirigirse a la butaca roja.
                             Sentándose, exhaló un suspiro. Mostró una sonrisa de triunfo.

    Alma Atómica
                             —       La gente, los consumidores saben que el método de clo-
                             nación humana existe, aunque no puedan tener acceso a él. Es
                             una técnica extremadamente cara, imposible para la mayoría.

                             Aún así, no es una garantía de vida eterna. ¿Quién sabe cuán-
                             to tiempo durará un cuerpo, o si la propia mente se traslada
                             al nuevo receptáculo? Es imposible. Sin embargo, ¿qué diría
                             alguien si se le ofrecen posibilidades sobrehumanas a conjugar
                             con su tiempo en la Tierra? Hemos desarrollado una tecnolo-
                             gía que nos permite sustituir la carne por metal. Demonios,
                             hasta hemos demostrado que nuestras técnicas trasplantan la
                             consciencia original, copiándola como un programa informá-
                             tico. — Satomi se pasó una mano por el pelo, aún húmedo.

                             — La cuestión es, Ayuki, que si bien la clonación es elegante
                             y sofisticada, la cibernetización de la carne puede ser común
                             y barata. Así podemos llegar a más estratos de la población,
                             convenciéndoles de que sus enfermedades oculares y respira-
                             torias pueden ser sanadas por medio de la amputación y sus-
                             titución de sus antiguos miembros humanos. El mercado será
                             mío, el dinero y el poder serán míos… y eso no es todo.


                             Satomi cruzó las manos frente a su rostro en un gesto explica-
    Revista PsicoEsfera
                             tivo que rebosaba codicia.

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                             —       Querida niña. Tú has sido la propulsora de todo esto. Sin
                             ti, nunca habría podido llevar a cabo mi plan. La doctora Wa-
                             tanabe me ha ayudado, pero, sin duda, la idea es toda mía…
                             Ah, es tan deliciosa la victoria…»

                             Lanzó una mirada feroz al cyborg, que luchaba por mantener-
                             se en la misma postura y no caer derribada por el suelo, como
                             se le exigía desde el Puesto de Control.



                             —       Watanabe ha sido muy importante en mi plan. Gracias a
                             ella, mi idea de implantar un sistema de control en los miem-
                             bros prostéticos que vamos a fabricar, es un hecho. — La voz
                             de Satomi arrastraba el peso de la locura. Sus ojos relampa-
                             guearon con la tiniebla.


                             — Si, Ayuki. Tal y como te sucede a ti con la aplicación del sis-
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