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tema de control, le sucederá a todo aquel que luzca un
               prostético de la KoikoGam. Al principio serán cientos,
               luego miles. Luego millones. Abarataremos los costes,
               les parecerá un regalo caído del cielo. Luego las na-
               nomáquinas extenderán microcable hasta sus cerebros
               donde  los  dominaremos  como  hacemos  contigo.  ¿A

               quién le importa alguien tan frívolo como para cambiar-
               se una mano en perfecto estado por una pistola táser o
               cualquier otra tontería? Implantes oculares, sustitución
               de miembros perdidos… no me interesa. Pero serán mi-
               llones. Millones de personas bajo mi absoluto control.


               Ayuki podía sentir sabor a sangre en la boca. Imposi-
               ble. Una simulación de su cerebro.



               —      ¿Comprendes lo que eso significa? ¿Lo compren-
               des niña?  Tendré un  ejército,  uno  con  soldados  qui-
               rúrgicamente mejorados. Combatientes con miembros
               amputados e implementados mediante la cibernetiza-
               ción. Legiones incansables que solo me obedecerán a
               mí, Satomi Koiko. — Se inclinó hacia delante en la silla.                                             Revista PsicoEsfera
               — Yo seré la que gane la guerra contra los otros Zaibat-
               sus. La infantería aplastará a mis enemigos. Mataré a
               sus hijos, beberé su sangre y quemaré la tierra tras de
               mí. Destruiré sus industrias hasta los cimientos. Arrasa-
               ré el mundo entero. Si es preciso, hundiré el cielo sobre                                             45

               sus cabezas hasta que no quede nada. Al fin, todo lo
               que merezco será mío.


               No rió a carcajadas, como bien se podría esperar de tal
               exhibición demencia. Al contrario, su rostro se entriste-
               ció al contemplar el colapso de Ayuki, vencida al fin por
               la programación del Centro de Mando. Su cuerpo se
               derramó por la holoestancia, como en otras ocasiones,
               asemejando un muñeco de trapo. Aún así, Ayuki gritó.



               Satomi quedó mirando a Ayuki, adoptando una postura
               de lejanía y desprecio.


               —      No sé qué hago hablando contigo todavía. ¡No
               eres nada! ¡Guardias, lleváosla! — Exclamó de pronto.
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