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rrado en tarros de laboratorio. No sé si podré ayudarte en algo”
                           concluyó amargamente.


                           “Verás, Ayuki. He venido a liberarte. Estamos al corriente de las

                           injusticias a las que te han sometido. Sabemos de las humilla-
                           ciones, del sufrimiento que has soportado. Sabemos de tu cau-
                           tiverio y tu tortura en nombre del Zaibatsu. Queremos ayudarte.
                           Tu consciencia es algo nuevo, algo revolucionario que debe ser
                           compartido  con  el  pueblo,  con  la  Humanidad.  Desde nuestro
                           punto de vista, has trascendido al mero conocimiento humano
                           y dado lugar a algo desconocido.” Ira endureció su rostro. Los
                           ojos de la comandante del Ejército Negro, curtida en mil batallas

                           físicas y virtuales, brillaron con fulgor guerrero.


                            “La represión ejercida contra tu consciencia constituye un ata-
                           que frontal contra la libertad de los individuos, contra el pensa-
                           miento divergente y la identidad sexual. Ante la arrogancia del
                           zaibatsu KoikoGam, los Pueblos Libres no pueden permanecer
                           impasibles.


                           ”Ira extendió sus manos entre la bruma. Bajo la forma de una                              Revista PsicoEsfera
                           llave de cerrojo antiguo envuelta en llamas, se materializó el ex-
                           ploit destinado a su mente. La liberaría del control de su madre
                           para siempre.

                                                                                                                     35
                           Ayuki observó el dispositivo, ardiendo en las manos de Ira y le
                           miró a los ojos.


                           “¿Por qué quieres ayudarme?” preguntó.

                           El holoambiente del salón 18 continuaba reproduciéndose. Los
                           sonidos eléctricos de la simulación de pájaros se sucedían junto

                           con el rumor de la proyección virtual. La falsa selva, el río pro-
                           yectado y los sonidos, se mezclaban en una escena casi estática,
                           donde lo más real que había eran Ayuki y su madre.


                           Satomi rió a carcajadas. El placer de enfrentarse a Ayuki con la
                           verdad desnuda le provocaba una terrible y aterradora hilaridad.
                           Tanto tiempo de preparación comenzaba a dar sus frutos.


                           Se levantó y acercó rápidamente al Cyborg, que sintió cómo su
                           programación  se doblegaba  ante la  proximidad  de  la  señora.
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