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azulada. Por las rendijas y juntas de su torso, se empezó a filtrar el brillo
               eléctrico de una carga. En las sombras del  arrasado Centro de Mando,
               a la luz del fuego que consumía el mobiliario, Ayuki había accedido a los
               centros  digitales que  controlaban  los  parámetros  de  la  pila  Klarickssen
               ZFT7485. La sobrecarga de los sistemas que operaban su fusión nuclear,
               darían lugar a una explosión que asolaría la planta, la mansión y gran par-
               te de la ciudad. Realmente, ignoraba qué alcance tendría. El clon entendió
               rápidamente qué pretendía el cyborg. Su expresión de éxtasis psicopático

               cambió por la crudeza del pánico.


               —      ¡No lo hagas! — Con su mano libre, Satomi pulsó la eyección de la
               máscara. Al sentirse apresada por aquel demonio  cubierto de sangre y
               vísceras mezcladas con fluidos químicos,  necesitó mirar a la cara del ho-
               rror inhumano que había creado. — ¡Mírame, Ayuki!! ¡Soy igual que tú, un
               clon exhibido y mutilado! ¡Unámonos!


               Satomi miró a los ojos inexpresivos de Ayuki 0, buscando un atisbo de

               complicidad que le librase del terror a la muerte que experimentaba en
               aquel momento. Nunca había estado tan asustada.


               —      ¡Únete a mí! Juntas podemos poner el proyecto en marcha de nue-
               vo, mucho más rápido. En ti se encuentra la clave de la investigación…                                Revista PsicoEsfera
               ¡podemos  ahorrarnos  muchísimo  trabajo!  Y  la  recompensa  es enorme,
               estaré encantada de compartirla contigo…


               Ayuki 0 sacudió levemente la cabeza.                                                                  53


               —      Tienes razón. La clave de la investigación está en mi interior. Es mi

               responsabilidad acabar con todo esto. — Ayuki giró la cabeza para mirar
               directamente a los ojos del clon. — Moriremos aquí juntas.


               —      ¡Imbécil, somos iguales! — Satomi presionó el cañón contra su hom-
               bro. — ¡Voy a matarte!


               —      No. No somos iguales.


               El  cyborg  concentró  toda su  energía  en  acelerar el  proceso.  El  tiempo

               volvió a transcurrir con lentitud. Pudo ver a Satomi apretando los dientes
               mientras gritaba e intentaba accionar el gatillo del arma. Notó sus pulsa-
               ciones aceleradas, agolpando la sangre en las venas de su frente. Observó
               su saliva proyectándose en pequeñas gotas que surcaron el aire. El res-
               plandor de su pecho aumentaba rápidamente. Las rendijas habían sido
               invadidas por el fulgor incontrolable de la energía atómica.
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