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estaba más relajada.


               —No te preocupes, casi nadie lo hace —dijo compadeciéndose.


               —Tiene que ser muy duro un trabajo como el tuyo—dijo con falsa preocu-
               pación—, además, la gente no suele tener modales, no sabrían reconocer
               una persona tan eficiente ni en un millón de años—ella se ruborizó—.
               Realmente me gustaría saber cómo te fue el día.



               La chica sonrió, se giró y cogió una botella que tenía en un armarito. La
               puso sobre la barra. Empezaron a hablar más calmados y dejó de escu-
               charlos.


               «¿Qué  acaba  de  pasar?»  se  preguntó  Hezra  mientras  sorbió  un  trago
               más de su té blanco y kukicha.


               Observó cómo el desastroso engullía su bocadillo y bebía licor mientras

               bromeaba con la camarera, el grandote le miraba impaciente. Qué po-
               drían estar tramando esa extraña pareja. Sus instintos periodísticos hicie-
               ron que continuara observando.  Al rato vio cómo se terminó el almuerzo
               y comenzó a hablar con el otro tipo. Hezra alcanzó a escuchar:


               —…y  puedes dejar de portarte como un capullo. Haré lo que me digas,
               pero…—sonidos de gente arrastrando sillas impidieron seguir la conversación.
    Revista PsicoEsfera
               Cuando todo volvió en calma estaban pagando y marchándose. Parece
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               que el tipo tremendo hacía que el otro miserable se moviese.



               Decidió seguirles.


               Cuando salió del local vio que se dirigían hacia un paso de cebra. Hezra
               intuyó que el tipo grande iba presionando al otro. Pensó que debía de ha-
               cer algo…otro instinto, el arrojo.


               Barbabar caminaba pesado y hablando:


               —Oye Conan ¿Crees que podría haberme ligado a la camarera? —dijo

               remolonamente.


               Conan no contestó.


               —La verdad que era mona…
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