Un relato de Conan Lee Rafferty con Ilustraciones de La_Chicharita
(Desde los albores de su corta existencia el ser humano ha fantaseado constantemente con la idea de la inmortalidad. Las diferentes mitologías, desde la resurrección de Jesucristo hasta los más perdidos poemas sumerios han sido fiel reflejo de este anhelo tan natural como la muerte misma… (el discurso seguía, pero cerró el archivo correspondiente y lo eliminó de su base de datos.
Recordaba perfectamente cuándo lo pronuncié, no en vano fue lo último que pronuncié en la vida, con mi propia voz al menos. La extrema laringectomía que afronté horas después para evitar una inminente asfixia me privó de mi capacidad natural de hablar y me obligó a comunicarme por un dispositivo remoto que hablaría ahora por mí. La voz era metálica e inexpresiva, pero supuso un despertar a nivel perceptivo y cognoscente que me convenció del camino.
Y eso que para mí siempre fue una decisión de lo más sensata y consecuente. ¿Qué haces cuando te diagnostican una enfermedad degenerativa aguda y eres un científico con un mínimo de amor propio? Lo resuelves.
Siempre pensé que si existía una razón por la que yo fuese el primero no fue el avance científico en bruto, ni la inexperiencia o falta de conocimientos de otros, sino el orgullo.
Si hay algo que nos haga humanos, aparte del firme deseo de luchar contra nuestra naturaleza perecedera, es un orgullo y un ego como especie inteligente como no ha visto otro este planeta, y eso siempre nos ha atado a una perspectiva limitada y conservadora. Nuestros médicos nos curan, tratan de devolvernos a un estado de salud donde las afecciones que podamos tener ya no nos limiten o provoquen degeneraciones o fallos estructurales, pero no mejoramos.
Y yo necesitaba mejorar. Quizá ese fue el problema. Parecen existir ciertas líneas rojas que separan lo que los humanos entienden por semejante, y es obvio que ya me han sido marcadas.
Curiosamente no fue cuando mi estómago dejó de funcionar y tuve que sustituirlo por un entramado de cables bombeando ácido, ni cuando mis músculos perdieron fuerza hasta reemplazarlos por servos neumáticos. Dejé de ser humano cuando mi cerebro comenzó a fallar.
Noticiarios, redes sociales, periódicos… mi condición se viralizó, se juzgó y se olvidó como cualquier otra noticia, pero la pregunta ya había sido hecha. ¿Moriría? ¿Seguiría siendo humano? ¿Me… temerían?
Cuando el mapeado de las zonas sanas finalice podrá comenzar la fase de volcado y posterior digitalización de mis funciones cerebrales. Todo reducido a unos y ceros, un lenguaje hasta ahora reservado a las máquinas como almacén del yo.
El mayor paso como especie desde 1959 compactado en una decisión antagónica, dos comandos de consecuencias opuestas que son proyectados en los receptores fotosensibles que sustituyen mis ojos. Morir siendo humano, o seguir siendo.
¿Comenzar el volcado de información? Si/No